En una superficie de 300 ha destacan decenas de extrañas figuras, en su mayoría de tamaño medio, pues no superan los 10 m de altura, aunque algunas alcanzan los 20 metros.
De formas caprichosas, por aquí está un duende o una figura mítica, más allá hay columnas, animales, perfiles humanos, hongos, todo según la imaginación de cada visitante. El tallado y creación de estas obras pétreas se atribuye a la erosión de la piedra caliza de remoto origen marino, y que ha requerido durante milenios de los efectos de las lluvias y el viento.
La mayoría de las esculturas se encuentran dispersas entre la vegetación y en tierras inclinadas, por lo cual resulta ideal hacer los recorridos a pie, siguiendo los senderos que permiten admirar las piedras más conocidas; aunque actualmente niños y jóvenes de ranchos y comunidades aledañas rentan caballos por 60 pesos la hora o cobran 150 por el recorrido guiado por toda el área, o bien para visitar una cascada cercana.
La zona es muy visitada y los curiosos proceden de casi todo el país, según explica el personal de la oficina de la Central de Iniciativa Turística de Zacatlán, que registró en las pasadas vacaciones de Semana Santa a más de siete mil personas, quienes disfrutaron de estos paisajes y también dejaron alrededor de 10 toneladas de basura que fue retirada por las autoridades con apoyo de los prestadores de servicios locales.
A esta área antaño cercada con alambre de púas se le pretende recuperar y proteger como patrimonio natural colectivo. Ahora muestra una sólida cerca de tablones de madera y un enorme arco de bienvenida en el acceso principal. Este proyecto, que debe concluirse en el 2004, incluye la construcción de varias cabañas para pernoctar y se hará un restaurante. Además, se llevarán a cabo programas de reforestación, control de la extracción maderera, limpieza permanente, e incentivar la promoción de estas espectaculares formaciones naturales, caprichos de la naturaleza, que merecen gozar de la admiración actual y futura.
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